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Afganistán: Décadas de vulneración y violencia contra las mujeres

Con la toma de control de Kabul por los Talibanes el pasado domingo, el sufrimiento del pueblo Afgano ha saturado los medios de comunicación y ha dado la vuelta al mundo, generando olas de reacciones políticas, sociales y comunicacionales. En medio del caos, las mujeres, niños y niñas afganas aparecen como las principales afectadas en este conflicto que hoy genera reacciones en el mundo, pero que ha estado presente durante décadas en el país árabe. 

Los talibanes gobernaron Afganistán desde 1996 hasta 2001, cuando EE.UU les declaró la guerra y ocupó el país con la excusa de acabar con el terrorismo, pero con claras motivaciones económicas y políticas. Tanto durante el primer período Talibán como durante los veinte años de invasión extranjera, el país ha estado sumido en la pobreza, la desnutrición, la violencia, la baja expectativa de vida y sobre todo, la desesperanza. La prolongada situación de guerra, los extremos niveles de machismo y misoginia y la inestabilidad política y social, con constantes luchas por el control de los territorios entre talibanes y tropas estadounidenses (en 2018 los talibanes controlaban el 60% del país), han mantenido a Afganistán no sólo como el peor país para que viva una mujer (TrustFund, 2011) sino que también, como el país en que las personas han evaluado peor su situación de vida (2,3 puntos en escala de 1 a 10) y tienen mayor desesperanza sobre su futuro, alcanzando mínimos históricos en la encuesta que levanta estos datos a nivel mundial (Gallup, 2018).

La toma del poder por los Talibanes ha puesto en evidencia una realidad de larga data, las mujeres afganas han sufrido de manera desproporcionada las consecuencias de la inestabilidad social y política, al nacer y crecer en una sociedad patriarcal y misógina de constante violencia en todos los ámbitos y niveles de su vida. En las gráficas se presentan cifras de la última década que dan cuenta de la grave situación que viven: se estima que un 87% de las mujeres afganas ha sufrido alguna vez algún tipo de violencia física, psicológica o sexual. En un contexto de extrema vulneración a sus derechos, donde el matrimonio forzado de niñas y adolescentes es común, y muchas veces considerado como única alternativa a su mantención, la violencia y el control sobre las mujeres es cotidiano. Se estima que entre el 70 y 80% de las niñas y adolescentes son forzadas a casarse (TrustLaw, 2011), y más del 30% de ellas antes de los 18 años (UNICEF, 2014). Considerando lo anterior no sorprende que las niñas tengan pocas posibilidades de educación: se estima que un 19% de las mujeres menores de 15 años son analfabetas y que al menos 2,2 millones de niñas se encuentran fuera del sistema escolar (UNICEF, 2014). Dadas las limitadas expectativas de las mujeres afganas de escapar de entornos de violencia y abuso sistemático, el suicido es visto como una salida. De acuerdo a datos oficiales, el 80% de los suicidios cometidos en el país son de mujeres (Gobierno de Afganistán, 2014).

Los talibanes tienen prohibiciones específicas contra las mujeres, alcanzando niveles extremos de misoginia que no son compartidos por las personas musulmanas, por lo que es crucial diferenciar entre el fundamentalismo religioso Talibán y el Islam tradicional. Estas restricciones invisibilizan y someten a las mujeres de una manera radical, eliminando no sólo las ya pocas posibilidades de estudio, trabajo y desarrollo que las afganas tenían, sino que legalmente sometiendo por completo sus cuerpos a los hombres y a las tareas del hogar. Desde poder salir a la calle solo acompañadas de un hombre de la familia hasta poder ser lapidadas públicamente por mantener relaciones sexuales fuera de matrimonio, las mujeres afganas van a vivir una agudización -si es posible- de la desesperanza, la violencia y la vulneración a sus derechos fundamentales

La trágica toma del gobierno afgano por el talibán debe ser utilizada como un grito de conciencia sobre la situación de las mujeres y la población afgana, tardíamente escuchado. Además, es una representación más de la recurrente explotación de los cuerpos femeninos y de los territorios, una realidad vivida no solamente allá.  Aprovechemos este momento para no olvidarnos más del sufrimiento afgano, escuchar y visibilizar sus voces y buscar formas de colaborar colectivamente en aplacar las consecuencias. Como feministas apoyamos la resistencia afgana y nos manifestamos en contra del colonialismo y fundamentalismos religiosos, frutos del patriarcado. Por una vida digna y libre de violencia para todas las niñas y mujeres del mundo.

Fuentes: TrustLaw (2011); Cifras oficiales Gobierno Afgano (OMS, 2014); AIHRC (2014); United Nations Population Fund (s.f); UNICEF (2014); UN Refugee Agency UK (2021).

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