Hoy 25 de Noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, fecha en que se busca denunciar la sistemática violencia que vivimos las mujeres en esta sociedad patriarcal, y se lucha por la creación de políticas y programas que apunten a la prevención, investigación, sanción, reparación y erradicación de todo tipo de violencia por razones de género, sin discriminación. Si bien la violencia de género se manifiesta de diversas formas y en distintos ámbitos de nuestras vidas, su expresión más extrema y brutal son los feminicidios, es decir, asesinatos a mujeres en razón de su género.
En el gráfico se presenta el total de feminicidios cometidos entre 2010, año en que se tipifica el femicidio como delito y se empieza a registrar como tal, y la fecha actual, considerando también cuatro suicidios femicidas que han ocurrido desde el 2017. Como podemos ver, en Chile los feminicidios no han disminuido en el tiempo: anualmente, entre 50 y 70 mujeres son asesinadas por hombres. Cabe destacar que cada año, también se comenten otros asesinatos por violencia femicida, como los crímenes de odio transfóbicos y homofóbicos, los castigos femicidas y parricidios por conexión.
La violencia contra las mujeres emerge como una forma de control, subordinación e inferiorización que ejercen los hombres en contra de las mujeres, haciendo uso de la asimetría de poder que gozan en una sociedad patriarcal y androcéntrica. Así vemos como los feminicidios son cometidos de manera íntima, en relaciones o ex relaciones de pareja, pero también, y aunque el Estado aún no lo reconozca como delito específico, de manera no íntima por familiares, conocidos, desconocidos e incluso, clientes sexuales.
En el gráfico también se ve que en más de la mitad de los femicidios cometidos en los últimos 11 años, el asesino de la víctima ha sido la pareja actual y en más de un 20%, la expareja. Los testimonios de mujeres sobrevivientes de ella, dan cuenta de cómo la violencia siempre escala, de que todas estas mujeres no solo murieron en manos de hombres conocidos, sino que sufrieron relaciones violentas, abusos psicológicos, sexuales y físicos durante sus relaciones, que culminaron con la muerte.
Esto denota el carácter estructural de la violencia de género: nuestra sociedad no solo hace oídos sordos a la violencia cotidiana que sufren las mujeres, sino que también, se permite que esta aumente y que se profundice hasta que es irreversible. Hay banderas rojas, hay indicios de violencia, hay denuncias y hay llamados de auxilio por parte de las víctimas antes de que las maten, pero la sociedad y sus instituciones no logran hacer nada.
Los feminicidios son la expresión más extrema de violencia por razones de género, y que dejen de ocurrir exige que nos hagamos cargo de todas las demás expresiones de violencia de género también. El Estado debe generar mecanismos concretos de prevención y erradicación a nivel político e institucional, considerando para ello las interseccionalidades que viven las mujeres a lo largo y ancho del territorio: a pesar de estar todas expuestas a ser víctimas de violencia en razón de nuestro género, otras condiciones de opresión estructurales profundizan este riesgo. Esto es clave para avanzar también en cambios culturales y estructurales donde las mujeres y diversidades sexo genéricas dejemos de ser consideradas ciudadanas de segunda clase, en que nuestros derechos y calidad de vida no se cuestionen y en que la violencia no se invisibilice por la fuerza de la costumbre.
En nuestra actual sociedad patriarcal es necesario recordar que a pesar de los avances aun NO estamos en igualdad de condiciones, NO somos una sociedad igualitaria y todos nuestros derechos pueden ser cuestionados y eliminados, como estamos viendo en riesgo actualmente en las candidaturas presidenciales. La violencia es un indicador explícito que nos avisa que nuestra lucha NO ha terminado.
Avancemos, no retrocedamos.
Fuente: Registro feminicidios (Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, 2021)